El azar es tal vez seudónimo de Dios, cuando no quiere Él poner su firma.
Después de terminada y analizada en el mapa, una batalla adquiere el aspecto ordenado y metódico de un mando superior.
La calma es propia de la razón y el desdén conviene a la independencia individual.
Todos los cambios, aun los más ansiados, llevan consigo cierta melancolía, porque aquello que dejamos es una parte de nosotros mismos: debemos morir una vida para entrar en otra.
El sistema embrutecedor de las recompensas y los castigos apoca los caracteres y falsea las opiniones.
No hay castos, solamente hay enfermos, hipócritas, maniacos y locos.
Es preciso en la vida reservar a la casualidad la parte que le toca. La casualidad es definitiva, es Dios.
En todo lo que nos rodea y en todo lo que nos mueve debemos advertir que interviene algo: la casualidad.
Un buen retrato es una biografía pintada.