Obró mucho el que nada dejó para mañana.
A los veinte años un hombre es un pavor real; a los treinta, un león; a los cuarenta, un camello, a los cincuenta, una serpiente; a los sesenta, un mono, y a los ochenta nada.
Sólo hay un gran general en cada siglo.
Quien no tiene enemigos tampoco suele tener amigos.
No hay maestro que no pueda ser discípulo.
Envejece la fama y caduca el aplauso, así como todo lo demás, porque las leyes del tiempo no conocen excepción.
Dos cosas hacen perfecto al estilo, lo material de las palabras y lo formal de los pensamientos, de ambas eminencias se adecua su perfección.
La fortuna se cansa de llevar siempre a un mismo hombre sobre las espaldas.
Nunca por la compasión al infeliz se ha de incurrir en desgraciar al afortunado.