Sólo un gran acontecimiento favorecido de una gran práctica llega a saber los precios de las perfecciones.
La mayor perfección pierde por cotidiana y los hartazgos de ella enfadan la estimación y empalagan al precio.
Para gobernar locos es menester gran seso y para necios, gran saber.
Todo lo favorable, obrarlo por sí, todo lo odioso, por terceros.
Primero se ha de reinar en las voluntades y después en las posibilidades.
Con el valor se consiguen las coronas y con la prudencia se establecen.
El no, el sí, son breves de decir y piden mucho pensar.
El remedio del mal consiste a veces en olvidar el mal y en olvidar el remedio.
Lo único que realmente nos pertenece es el tiempo: incluso aquel que no tiene otra cosa cuenta con eso.