El hombre religioso y el ateo hablan continuamente de religión: el uno habla de lo que ama y el otro de lo que teme.
El talento es un don que Dios nos hace en secreto, y que nosotros revelamos sin saberlo.
En los Estados despóticos, la tranquilidad no es la paz; recuerda el silencio de esas ciudades que el enemigo acaba de ocupar.
Siempre he podido comprobar que para triunfar en este mundo hay que tener aspecto de loco y proceder como un sabio.
La sociedad no son los hombres, sino la unión de los hombres.
Alabar a los príncipes por las virtudes que no poseen, equivale a hablar mal de ellos impunemente.