Detesto la ayuda de los amigos lentos.
Cuando la fortuna sonríe, ¿qué necesidad hay de amigos?
El cambio es siempre agradable.
Decís que los regalos persuaden aún a los dioses.
Los hombres virtuosos siempre tienen esperanza y sólo los malvados desesperan.
Quien un día fue feliz y luego cae en desgracia, tiene el corazón entregado a llorar la felicidad pasada.
Cuando las calamidades caen sobre un Estado, se olvidan los dioses y nadie se preocupa de honrarlos.
Más vale un entendimiento que muchas manos.
Feliz es cualquier mortal que pasa su vida sin fama y sin gloria y menos felices los que disfrutan de honores.