Las traiciones más frecuentes obedecen a la debilidad más que a un deliberado propósito de traicionar.
Todos poseemos suficiente fortaleza para soportar la desdicha ajena.
Cuanto más se ama a un amante, más cerca se está de odiarlo.
Por lo general nos aburren las personas con quienes no está permitido aburrirse.
Si se examinan bien los diversos efectos del hastío, se observará que ha hecho faltar a más deberes que el interés.
El extremo aburrimiento es su propia cura.
Amamos siempre a los que nos admiran, pero no siempre a los que admiramos.
Si no nos aduláramos jamás mutuamente, la vida sería menos placentera.
Hay personas a quienes sientan bien los defectos, y otras que resultan insoportables con sus buenas cualidades.