La imaginación de los muchachos es un corcel, y la curiosidad, la espuela que lo aguijonea y lo arrastra a través de los proyectos más imposibles.
Ya ves; yo soy hombre… ¡y también lloro!
Olas gigantes que os rompéis bramando / en las playas desiertas y remotas, / envuelto entre las sábanas de espuma, / ¡llevadme con vosotras!
¡Dios mío, qué solos se quedan los muertos!
Yo me siento arrastrado por tus ojos, pero adónde me arrastran, no lo sé.
Con oro, cualquiera hace poesía.
¿Qué es poesía? / Dices mientras clavas en mi pupila tu pupila azul; / ¿Qué es poesía? ¿Y tú me lo preguntas? / Poesía… eres tú.
Podrá no haber poetas, pero siempre habrá poesía.
Ya ves; yo soy hombre… ¡y también lloro!