¡Y desgraciados los pueblos en que todos quieren ser directores de orquesta!
Los hombres han querido someter todas las cosas a su voluntad, y hoy son los hombres esclavos de todas las cosas.
¡Quién sabe si cuando creemos imponer más libremente nuestra voluntad es cuando más ciegamente obedecemos a la fatalidad de nuestro destino!
Para el amor de la esposa, para los amores santos y fieles que saben esperar, son nuestras flores tardías, las rosas de otoño: no son las flores del amor, son las flores del deber cultivadas con lágrimas de resignación, con aroma del alma, de algo eterno.