Cuando deseamos algo, nos sometemos a la voluntad de aquel de quien lo esperamos.
Si la vida es miserable, resulta penoso soportarla; si es dichosa, horroriza perderla; ambas situaciones vienen a ser lo mismo.
Es una desdicha no tener bastante ingenio para hablar bien ni bastante juicio para callarse.
La sórdida avaricia y la loca prodigalidad, atemperándose la una a la otra, dan por resultado la prudente economía.
La envidia y el odio van siempre unidos. Se fortalecen recíprocamente por el hecho de perseguir el mismo objeto.
Hacer un libro es un oficio, como hacer un reloj.
Hay una especie de vergüenza de ser feliz a la vista de ciertas miserias.
La generosidad, consiste menos en dar mucho que en darla a tiempo.
Sólo existe para el hombre una verdadera desdicha: incurrir en falta y tener motivo de censura contra sí mismo.