Que cada uno de tus actos, palabras y pensamientos sean los de un hombre que, acaso en ese instante, haya de abandonar la vida.
Sufrir percances no es sufrir una desgracia; pero soportarlos con abnegación es una virtud meritoria.
Mira bien dentro de ti. Allí está la fuente del bien, jamás exhausta si la vas ahondando.
Dejemos de discutir lo que debe ser un hombre bueno y procuremos serlo.
Piensa cuánto más dolorosas son las circunstancias de tu ira que las acciones que la han originado.
Las consecuencias de la cólera son mucho más nocivas que las causas que la producen.
En ninguna parte puede hallar el hombre un retiro tan apacible como en la intimidad de una conciencia tranquila.
La perfección de las costumbres consiste en obrar cada día como si debiera ser el último, es decir, sin agitación, sin abandono y sin hipocresía.
Es una locura trabajar toda la vida, si nuestra imaginación y nuestro esfuerzo no tiende hacia un objeto determinado.