Las mujeres amantes, castas esposas y madres sin reproche, conservan en el fondo del corazón tesoros de indulgencia.
De gente bien nacida es agradecer los beneficios que reciben y uno de los pecados que más ofenden a Dios es la ingratitud.
La ingratitud es hija de la soberbia.
El que no puede ser agraviado, no puede agraviar a nadie.
Que es como quien predica a los herejes en sus vanos errores obstinados.
Porque al tahúr no le dura / mucho tiempo la alegría / y el que de naipes se fía / tiene al quitar la ventura.
Las lágrimas de una afligida hermosura vuelven en algodón los riscos, y los tigres en ovejas.
… Se le pasaban las noches leyendo de claro en claro, y los días de turbio en turbio.
Los trabajos continuos y extraordinarios le quitan la memoria al que los padece.