El alma más fuerte y mejor constituida es la que no se enorgullece ni enerva con los éxitos y a la que no doblegan los reveses.
El alma no es un vaso que hay que llenar, sino un hogar que es preciso calentar.
La amistad verdadera requiere tres cosas: la virtud para ser honesta, la conversación para ser agradable y la utilidad porque le es necesaria.
La amistad es animal de compañía, no de rebaño.
El hombre vale tanto cuanto él se estima.
Los buenos no necesitan que se les defienda.
El carácter de los hombres se conoce mejor por su discurso que por las facciones de su rostro.
La perseverancia es invencible. Por ello, el tiempo, en su acción, destruye y derriba toda potencia.
No hay que buscar la gloria más que en las cosas extraordinarias.