Hay pocos lazos de amistad tan fuertes que no puedan ser cortados por un cabello de mujer.
En materia de arte no importa el modo, sino la moda.
El silencio del envidioso es el mejor elogio al que puede aspirar un autor.
Cuando, desde el tren descubramos una ciudad desprovista de altas chimeneas y coronadas de campanarios elevados, bajémonos. Allí hallaremos seguridad para el cuerpo y sosiego y deleite para el espíritu.
El fin práctico de la civilización consiste en obligar a la muerte a hacer cada día más larga antesala delante de nuestra alcoba.
Los débiles sucumben, no por ser débiles sino por ignorar que lo son. Lo mismo sucede a las naciones.
Si cuando discutes se alegra demasiado la galería, recela que tú o tus impugnadores habéis sacado las cosas de quicio o tratado sin decoro la cuestión.
Razonar y convencer, ¡qué difícil, largo y trabajoso! ¿Sugestionar? ¡Qué fácil, rápido y barato!
Los débiles sucumben, no por ser débiles sino por ignorar que lo son. Lo mismo sucede a las naciones.