No existe vicio alguno tan simple que no adopte apariencia de virtud en sus cualidades externas.
Hasta la propia virtud se convierte en vicio cuando es mal aplicada.
Los hombres sabios no se entristecen jamás deplorando sus pérdidas, sino que buscan con vigor alegre reparar los golpes de la mala fortuna.
Fuertes razones hacen fuertes acciones.