Lo bueno es bueno aunque carezca de nombre; lo vil es siempre vil.
La brevedad es el alma del ingenio.
Hay caídas que nos sirven para levantarnos más felices.
Su caída fue ocasión de felicidad, pues sólo entonces se conoció a sí mismo, y comprendió la dicha de ser pequeño.
Aunque seas tan casto como el hielo y tan puro como la nieve, no escaparás a las calumnias.
No trates de guiar al que pretende elegir por sí mismo su propio camino.
Tan lleno de recelos está el delincuente, que el temor de ser descubierto hace que él mismo se descubra.
El hombre cauto jamás deplora el mal presente; emplea el presente en prevenir las aflicciones futuras.
Palabras sin defectos nunca llegarán a los oídos de Dios.