Socorrer al caído es acción digna de reyes.
Siempre el último socorro parece haber sido el causante de la victoria.
Ayuda a los dioses a que te ayuden.
De igual modo que una vela enciende a otra y así llegan a brillar millares de ellas, así enciende un corazón a otro y se iluminan miles de corazones.
Nadie es tan rico que no necesite ayuda ajena, ni nadie tan pobre que en alguna forma no pueda ayudar a un semejante.
La mejor manera de ayudar a las personas muy perplejas es alabarlas de una manera muy resuelta.
No es bastante levantar al débil, es necesario aún sostenerlo después.
No rehúyas a nadie que se te acerque y fácilmente encontrarás a alguien a quien ayudar y a alguien que ayudarte pueda.
El que no hace un esfuerzo para ayudarse a sí mismo, no tiene derecho a solicitar ayuda a los demás.