Trabaja para mantener viva en tu pecho esa pequeña chispa de fuego celeste, la conciencia.
La conciencia moral propiamente dicha no tiene en cuenta autoridades que manden, ni elogios, ni vituperios, ni recompensas, ni castigos.
La conciencia es el asilo inviolable de la libertad del hombre.
La verdad es aquella clase de error sin el que no puede vivir un ser viviente de una determinada especie. El valor para la vida es lo que decide, en último término.
La conciencia es la cantidad de ciencia innata que tenemos en nosotros mismos.
Los dolores de la conciencia son cosas peligrosas. Extirpemos la conciencia: no habrá más dolor.
La conciencia es la luz de la inteligencia para distinguir el bien y el mal.
No confíes tu pecado a quien no tenga conciencia del pecado.
De ningún testigo deberíamos hacer caso más que de nosotros mismos.