La derrota en la guerra no es el mayor de los males, salvo cuando la inflinge un enemigo indigno.
La única esperanza de los vencidos es no tener ninguna.
Nadie puede decir que se conoce a sí mismo si no ha pasado hambre unos días y no ha sido rey absoluto unas horas.
Ayúdate a ti mismo que nadie te ayudará.
No hay más derrota que darse por vencido; la verdadera derrota se realiza en nuestro ánimo.
Nunca se va de éxito en éxito, las derrotas y los éxitos se alternan.
Quien no ha caído nunca no tiene una idea exacta del esfuerzo que hay para tenerse en pie.
Cabe preferir una derrota honrosa a una victoria mezquina; es la manera de realzar el ideal.
La desdicha no se perdona en los que durante mucho tiempo fueron dignos de envidia; su derrota nos venga y nos halaga implacablemente.