En la juventud aprendemos, en la vejez entendemos.
La juventud es un disparate; la madurez, una lucha; la vejez, un remordimiento.
Los hombres envejecen pero no maduran.
Muchas personas no cumplen los ochenta porque intentan durante demasiado tiempo quedarse en los cuarenta.
El hombre nace sin dientes, sin cabello y sin ilusiones. Y muere igual: sin dientes, sin cabello y sin ilusiones.
Envejecer no es tan malo cuando se piensa en la alternativa.
Si no hubiese aprendido más que a asombrarme, me sentiría bien pagada por envejecer.
La juventud considera la vida como si fuera oro purísimo; la vejez tiene presente la elección.
El que no es bello a los veinte, ni fuerte a los treinta, ni rico a los cuarenta, ni sabio a los cincuenta, nunca será ni bello, ni fuerte, ni rico, ni sabio.