A los veinte años, reina la voluntad; a los treinta, el ingenio, y a los cuarenta, el juicio.
Lo primero que saben las mujeres es lo hermosas que son; lo primero que aprenden es lo fuertes que son; lo primero que experimentan, lo débiles que son; lo primero que olvidan, lo viejas que son, y lo primero que recuerdan de nuevo es lo que han olvidado.
¡Malditos treinta años, funesta edad de amargos desengaños!
Siempre hay un niño en el verdadero hombre.