La respetabilidad del gobernante le viene de la ley y de un recto proceder, y no de trajes ni de aparatos militares propios para los reyes de teatro.
El gobernante que pretende encausar a su país hacia la democracia tiene que empezar por ser un verdadero demócrata, y demostrarlo tolerando la oposición, por más cruda que se ejerza en el mitin, en la prensa, en la diatriba personal.
Un estado es gobernado mejor por un buen hombre que por buenas leyes.
Como hijo del pueblo, nunca podré olvidar que el único título que poseo es su voluntad.
Por desgracia, y es menester confesarlo con tanto sentimiento como franqueza, el desconcierto que se ha experimentado en México en la administración de los fondos públicos, no ha sido en muchos casos por falta de capacidad, sino de probidad.
Los gobiernos tiranos todo lo corrompen y todo lo falsean.
Un patriota debe estar siempre listo para defender a su país contra su gobierno.
Las leyes de excepción y circunstancias son espadas de dos filos.
Para que un gobierno administre bien a un pueblo, es preciso que lo conozca, que tenga datos seguros sobre sus necesidades, sus hábitos dominantes, sus tendencias sociales, en una palabra, el carácter de la nación que gobierna.