El que no sabe refrenar su lengua, tampoco sabe hablar.
Al hablar, sé breve como si estuvieras haciendo tu testamento; cuantas menos palabras, menos litigios.
Hablar con poca claridad lo sabe hacer cualquiera; pero claramente, poquísimos.
Cuando hables a un hombre, mírale a los ojos; cuando él te hable a ti mírale la boca.
El que habla es un necio, aunque sea prudente, parecerá también necio.
Las mujeres curan todos sus pesares hablando.
Leer hace completo al hombre, hablar lo hace expedito y escribir lo hace exacto.
Habla solamente en dos circunstancias: cuando se trate de cosas que conoces bien, o cuando la necesidad así lo exige. Sólo en estos dos casos es preferible la palabra al silencio; en todos los demás casos es preferible callar.
Hablar con poca claridad lo sabe hacer cualquiera; pero claramente, poquísimos.