El hombre que sabe, no hablar; el hombre que habla, no sabe.
Un hombre virtuoso, de juicio y prudencia, no lo habla sino cuando hay silencio.
Las personas que tienen poco que hacer son por lo común muy habladoras: cuanto más se piensa y obra menos se habla.
La única manera de compeler a los hombres a que hablen bien de nosotros es obrar bien.
Escucha mucho y no hables ligeramente; no te ensoberbezca la fortuna ni desmayes en la desgracia; la moderación es lo primero.
Los grandes habladores son como los vasos vacíos, que hacen más ruido que los que están llenos.
No podemos tener una idea exacta del hombre que jamás se calla.
Por una parte, el hombre ha hecho el habla; por otra, el habla ha hecho al hombre: dos agentes que se modelan el uno al otro.
Unos gustan decir lo que saben; otros, lo que piensan.