Los hijos no empiezan a querer a sus padres hasta pasados los treinta años.
Los hijos se convierten para los padres, según la educación que reciben, en una recompensa o en un castigo.
Mucho tienen que hacer los padres para compensar el hecho de tener hijos.
Los hijos empiezan por tener amor a sus padres; pasado algún tiempo, los juzgan, rara vez los perdonan.
Los hijos bien educados son la verdadera riqueza y el más bellos adorno de una casa.
Por severo que sea un padre juzgando a su hijo, nunca es tan severo como un hijo juzgando a su padre.
Cuatro deberes tienen los hijos para con los padres y son: reverenciarlos, obedecerlos, no darles pesadumbre y tener mucha cuenta de ellos en su vejez.
Bien dice quien dice que un hijo es igual a muchos pesares.
Bien dice quien dice que un hijo es igual a muchos pesares.