Los hombres no solamente suelen olvidar los beneficios recibidos, sino que llegan a odiar a los que se los hicieron.
Los hombres, cuando reciben un mal lo escriben sobre un mármol; más si se trata de un bien, lo hacen en el polvo.
La ingratitud es hija de la soberbia.
Si volviera a nacer, haría casi todo lo que he hecho: excepto que no me crearía los mismos ingratos; pero esto es igual, pues me haría otros.
Cuando la ingratitud tiene el dardo de la ofensa, la herida es doblemente peligrosa.
De gente bien nacida es agradecer los beneficios que reciben y uno de los pecados que más ofenden a Dios es la ingratitud.
No des a nadie lo que te pida, sino lo que entiendas que necesita; y sin soportar luego la ingratitud.
Lo peor de la ingratitud es que siempre quiere tener la razón.
Quien usa beneficios con un ingrato, lo que siembra en finezas recoge en agravios.