Cuando llegan a los cincuenta, las personas inteligentes hacen con toda seriedad lo que a sus veinticinco años los hubiera hecho morir de risa.
Entre dos hombres de igual inteligencia, el de mejor instrucción será superior al otro.
El noventa por ciento de los hombres se juzga inteligente, cualquiera que sea la enormidad de sus errores.
El hombre que se eleve por la inteligencia, no es un hombre más que por el corazón.
El hombre es una inteligencia servida por órganos.
De la inteligencia no viene jamás la felicidad, por más que otra cosa afirma Schopenhauer, porque la inteligencia no admite reposo.
Quien lo ve todo, todo lo abrevia.
La superioridad de la inteligencia conduce a la insociabilidad.
Un hombre inteligente, caminando a pie, llega más pronto que un tonto que va en coche.