El que te habla de los defectos ajenos, habla también de los tuyos a los demás.
Una mujer, sea inocente o culpable, se expone siempre a la maledicencia por el solo hecho de quedarse raramente en su casa.
Quien no sabe hablar más que de lo malo que tienen los hombres, por lo menos es honesto. Se manifiesta cuando habla con base en las observaciones hechas en sí mismo.
Contra la maledicencia no hay escudo.
A menudo los maldicientes incurren en la maledicencia más por ligereza que por malicia.
Hay detractores tan espontáneos y tan acostumbrados a la maledicencia, que prefieren hablar mal de sí mismos antes que dejar de maldecir a alguien.
Si dicen mal de ti con fundamento, corrígete; de lo contrario, échate a reír.
La maledicencia mata tres personas de una vez; al que maldice, aquel del que se maldice y al que se halla presente cuando se maldice.
Hay detractores tan espontáneos y tan acostumbrados a la maledicencia, que prefieren hablar mal de sí mismos antes que dejar de maldecir a alguien.