Una hora de dolor es tan larga como un día de placer.
El fruto de la labor es el placer más dulce.
Quien quita al hombre el dolor, le quitaría al mismo tiempo el conocimiento del placer y lo reduciría a la nada.
Dios ha puesto el placer tan cerca del dolor, que muchas veces se llora de alegría.
La naturaleza, que nos enseña la norma del placer, nos enseña también sus límites.
El placer no es otra que la interrupción del dolor, el goce de cualquier cosa que me turba intensamente antes de tenerla.
Que el despreciar los placeres es siempre el placer mayor.
Por ir en pos del placer, se aparta el hombre del bien. Cuando lo piensa mejor, vuelve al bien y se topa con el placer perseguido y no alcanzado.
En todas las cosas el placer tiene un nuevo atractivo por aquel mismo peligro que debería mantenerse lejos.