Quien no me necesita para nada, bien podría decirme la verdad.
Decir la verdad es como escribir bien: se aprende a fuerza de ejercicio.
Un exceso de franqueza es algunas veces una indecencia, como la desnudez.
Un poco de sinceridad es cosa peligrosa; mucha sinceridad es absolutamente fatal.
Cuando la necesidad nos arranca palabras sinceras, cae la máscara y aparece el hombre.
La sinceridad puede agradar cuando es usada con arte o cuando, por su rareza, no logra crédito.
Es tan difícil decir la verdad como ocultarla.
Lo que se dice a quien se le dice todo no es ni la mitad de lo que se calla.
Fingimos lo que somos, seamos lo que fingimos.